Entendámonos, todos los Sidracrucis son épicos por definición, pero el de este año se superó
LA SIDRA – La mañana empezó en el local de la Revista LA SIDRA, punto de partida del Sidracrucis, donde los peregrinos fueron llegando, aún tímidos, pero con innegables ganas de demostrar su pasión por la sidra. Lo primero, por supuesto, el repaso a las normas, el reparto de camisetas, etiquetas del Sidracrucis y una entrada vip para la Primer Sidre l’Añu de este domingo.
El ensayo musical del himno oficial de la ocasión, el “Xermanín, échame un culete”, que se repitió por todos los chigres del recorrido, acompañado por las primeras botellas, fue animando el ambiente y cuando se salió en procesión dirección a la Montera Picona de Ramón ya quedaba claro el buen ambiente que iba a reinar en esta edición del Sidracrucis.
La primer parte del nuestro recorrido penitente se centró, como es habitual, en las sidrerías de Xixón, con la primera parada en la Montera Picona de Ramón donde su excepcional equipo de escanciadores marcaron el ritmo con su habitual eficiencia sirviendo culinos de Sidra Menéndez. Por supuesto, acompañados de un generoso pincheo, para que el estómago no sufra.
En El Mostachu, segunda parada de nuestro recorrido, ya esperaban nuestra llegada con la sidra que etiquetan para su sidrería y una mesa bien surtida para recibirnos como los peregrinos se merecen, lo mismo que en la Sidrería El Trébol, donde la sidra era de Trabanco y a la que llegamos después de una solemnísima procesión siguiendo a la gaita y la Botellona y donde recibieron con alegría nuestra entrada triunfal al ritmo de la gaita.
Tocaba descansar de tanta sidrería así que… nos fuimos a la Primer Sidre l’Añu, donde recibimos el vaso oficial y una suculenta selección de carnes de la parrilla El Pintxu, que acompañamos con abundante sidra de los toneles y de la barra, mientras disfrutábamos del excelente ambiente del evento.
A eso de las cuatro y media, justo cuando el agua comenzaba a amenazar, cogimos el autobús rumbo a Llaviana, donde nos esperaban las mejores sorpresas de la jornada.
Empezamos con una espicha, pero de las de verdad, de las que un vecino te abre su casa para que pruebes la sidra que hizo en su llagar. Fue difícil sacar a los sidracruceros de Casa Turo, en Carrio, donde, sentados a unos metros del mismo llagar, disfrutamos de una sidra de excelente calidad acompañada, como manda la tradición, de huevos cocidos. Los bailes empezaron y descubrimos que en el grupo teníamos algunos virtuosos del baile del país, a los que los demás seguimos con más o menos acierto pero con entrega. Como decía, fue difícil salir de allí, pero nos esperaban más paradas y también eran de las buenas. Ya en La Pola la Sidrería L’Antoxana nos sirvió su sidra y un nuevo pincheo en su terraza, en plena Plaza de La Pontona, mientras la gaita, los bailes y las canciones seguían animándonos. En La Campurra nos tenían preparado un magnífico pincheo acompañado de Sidra Frutos en el amplio interior de la sidrería, donde se nos hizo corto el tiempo para disfrutar de él por completo, ya que nos esperaba la última parada, el broche de oro a este Sidracrucis.
El ‘aparcamiento’ del autobús, en una curva recóndita de la subida a La Paraína, ya anunció que la de Villoria no iba a ser una espicha normal. La bajada por la carretera, primero, y a través del monte después, guiados por Bárbara entre los árboles hasta El Trasgu la Fronda nos sumergió de lleno en la Asturies más auténtica. Los peregrinos, que no esperaban la excursión, bajaron con habilidad sorprendente –después de las horas de sidra- por el camino y quedaron impresionados por las vistas que se disfrutan desde este refugio.
La cena estaba ya servida sobre las mesas de la terraza, pero no nos resistimos a visitar antes el llagar, al que se entra por una especie de bocamina con los toneles al fondo… tanto nos gustó el sitio y la sidra –casera- bebida directamente del tonel que tuvieron que ir trasladándonos la comida porque de allí no salíamos. Hay que destacar los tortos, con queso y con picadillo, los concejales y el chorizo de casa, entre una muestra abundante de los platos típicos de las espichas de la zona. Según iba anocheciendo, los bailes, la gaita y la sidra que no paraba de correr, crearon un ambiente excepcional del que fue difícil sustraerse para volver al autobús. “Una visita inolvidable” y “nos habeis traido al paraíso, al de verdad” fueron algunos de los comentarios de los entusiasmados peregrinos, a los que esperamos hoy y mañana, como a todos vosotros , en la Primer Sidre l’Añu, que el cuerpo pide sidra. Recordad, en La Feria de Muestres, hoy con la actuación estelar de Rollu Folk.