Editorial
Llegamos al número 250 de la revista LA SIDRA con la impresión de que deberíamos haber planeado algún tipo de celebración por llegar a esta cifra tan icónica, pero nos pareció que con la frenética actividad que se vive en el mundo de la sidra en estos momentos, no había tiempo ni espacio para semejante celebración, que pospondremos hasta que cumplamos los 25 años de existencia… no queda tanto.
En estos 21 años que llevamos editando LA SIDRA mes a mes, hemos visto evolucionar este mundo de forma más que notable, hemos asistido a la modernización de los llagares, la mejora y diversificación del producto, la creación de la DOP ‘Sidra de Asturies’, la cada vez mayor afirmación social de nuestra bebida autóctona, el resurgir de los eventos sidreros, de la sidra casera… y sobre todo -y consecuencia en buena medida de todo lo anterior- obtener el reconocimiento por la UNESCO de la cultura asturiana de la sidra como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, que abre nuevos espacios de desarrollo y que sin duda tiene suponer un revulsivo en todos los ámbitos.
Cierto que el consumo de nuestra sidra -especialmente de la sidra natural- está ligado a la situación socioeconómica del país, y que la desindustrialización ha supuesto una importante disminución de la capacidad económica asturiana, y lo que es infinitamente más grave, ha provocado que más del 40% de la juventud asturiana –la más activa social y económicamente por su rango de edad- se viera forzada a emigrar.
Sin duda ese es el aspecto más negativo de nuestra realidad y el que más afecta al futuro de la sidra asturiana. Por eso hay que concienciarse que apostar por nuestra sidra es apostar por nuestro país, y que su futuro va ligado en buena medida a éste. Por eso es tan importante la DOP Sidra de Asturies, porque el 100% del producto revierte en la economía asturiana; por eso es tan importante el reconocimiento de la UNESCO, porque fortalece nuestra identidad y permite hacer frente a la asimilación cultural que sufrimos.
Hay que seguir por ese camino, tenemos que seguir apostando por lo propio, sin chovinismos, pero con firmeza. Seguir disfrutando de la sidra y saber que con ello estamos haciendo país, asegurando nuestro futuro y el de las generaciones venideras.